Vacunas contra la COVID-19: Los costes del retraso
La Unión Europea oscila entre la defensa de la salud y la defensa del monopolio de la industria farmacéutica. La UE se niega a liberalizar la producción de vacunas a riesgo de entorpecer la inmunización colectiva necesaria para la recuperación económica. Primera parte de una investigación formada por tres partes.
Vacunas contra la COVID-19: Los costes del retraso
La Unión Europea oscila entre la defensa de la salud y la defensa del monopolio de la industria farmacéutica. La UE se niega a liberalizar la producción de vacunas a riesgo de entorpecer la inmunización colectiva necesaria para la recuperación económica. Primera parte de una investigación formada por tres partes.
En el contexto de la catástrofe sanitaria, que ya ha dejado más de dos millones y medio de víctimas a su paso desde el último año, la «misión imposible» a la que se enfrenta la política de la Unión Europea consiste en asegurar tanto la salud de la mayoría de la población, como las ganancias de las compañías farmacéuticas que forman parte de la carrera por las vacunas contra la COVID-19.
Los dirigentes europeos saben que lo primordial es proteger la vida (tanto la de las personas que podrían infectarse, como la de las personas que se encuentran en una situación de precariedad debido al estancamiento que la economía está atravesando como consecuencia de las medidas de restricción para reducir el número de contagios). Sin embargo, se niegan a sacrificar las ganancias económicas sobre las que se basa nuestro modelo de desarrollo, lo que resulta algo contradictorio. Por un lado, quieren lograr la inmunización colectiva; por otro lado, puede que esta se vea ralentizada si la producción de las vacunas se deja exclusivamente en manos de las grandes corporaciones farmacéuticas, en lugar de democratizarla.
En sus declaraciones públicas, tanto la Comisión Europea como los jefes de Estado y de gobierno de los 27 Estados miembros de la UE han expresado la urgencia de poner a disposición de todos las vacunas contra el coronavirus. Sin embargo, en la práctica, se muestran reacios a obligar a la industria farmacéutica a externalizar una parte de la producción para aumentar las dosis disponibles.
El presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, se ha contradicho durante varias semanas. En un primer lugar, sugirió el posible uso del artículo 122 del Tratado de Lisboa para la concesión centralizada de licencias obligatorias (normalmente, una competencia nacional). Más tarde, a principios de marzo, en una carta dirigida al Parlamento Europeo, negó que el monopolio de las patentes fuera un problema.
Por ahora, la única contramedida adoptada por la Comisión Europea, para asegurar que la UE reciba suficientes vacunas, ha sido el bloqueo parcial de las exportaciones, lo que, en consecuencia, ha privado a otros pueblos de sus defensas antivirales, sin necesariamente hacer que las empresas sean más cooperativas.
La carrera por las vacunas pierde velocidad en la UE y en el mundo entero
La industria farmacéutica (la más rentable de todas las industrias) ha anunciado que se producirán miles de millones de dosis de vacunas. Sin embargo, el único resultado inmediato que se ha obtenido ha sido la el alza del valor de sus acciones y el enriquecimiento de los dirigentes de las empresas. Mientras tanto, la incertidumbre sobre las fechas de distribución de las vacunas sigue siendo un factor clave.
Un estudio realizado por la aseguradora Allianz estima que cada semana de retraso en el proceso de lograr una inmunidad de grupo para poder reducir las medidas restrictivas supone una pérdida de 18 000 millones de euros del PIB a la UE. Si no se compensa el retraso de cinco semanas calculado por Allianz a principios de año, el daño total se elevará a alrededor de 90 000 millones de euros para finales de 2021. Por lo tanto, la previsión de recuperación de la Comisión, que parte de la base de que el 70% de la población estará vacunada en otoño, se revisaría a la baja.
Según los recientes datos de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), los principales Estados miembros han duplicado el porcentaje medio de vacunación de población diaria, en las últimas semanas. En efecto, se ha reducido la desventaja que tenían con los Estados Unidos y el Reino Unido, que encargaron las vacunas y aprobaron su circulación en el mercado mucho antes, para lograr vacunar a los ciudadanos cuatro veces más rápido que la UE (que se sitúa, más o menos, en el puesto número 30 de la clasificación mundial de densidad de vacunación). El ritmo actual aumentaría la probabilidad de inmunizar al menos a los más vulnerables (20-30 % de la población). Si se diera tal caso, según Allianz, se seguiría teniendo un retraso de tres semanas que costaría un total de 63 000 millones de euros. Para poder recuperar el tiempo perdido, sería necesario acelerar aún más el ritmo de vacunación y vacunar diariamente a un 1 % de la población. «Esto sería factible si los obstáculos en la producción se disiparan a finales del primer trimestre de 2021, ya sea por la creación de una nueva vacuna (que, en el mejor de los casos, solo necesitará una única inyección) o por la apertura de nuevas fábricas», concluye el estudio.
Sin embargo, siguen siendo las grandes farmacéuticas las que deciden cuántas vacunas se producen y en qué lugar. De hecho, durante la asamblea general de la Organización Mundial de la Salud (OMS) el pasado mes de noviembre, los gobiernos acordaron mecanismos puramente voluntarios. Un fracaso: las Big Pharma han rechazado tanto el fondo común de patentes y tecnología C-TAP como el Covax, un fondo mundial diseñado para que los países puedan negociar colectivamente las vacunas con más poder de negociación, obtenerlas a precios más bajos y repartirlas equitativamente entre todos. Puestos a elegir, las empresas farmacéuticas prefieren negociar con los países de manera individual: entregan las vacunas con prioridad a aquellos países que pagan antes y un precio más elevado. Hasta ahora, han prometido a Covax poco más de 2 000 millones de dosis humanitarias, subvencionadas por los países más ricos (6 000 millones de euros, de los que cerca de 1 700 millones son pagados por la Comisión Europea y varios países europeos, una suma que corresponde a la mitad de lo que los Estados Unidos de la administración de Joe Biden ha aportado). Esto es apenas suficiente para inmunizar al 20 % de la población de los países con ingresos bajos y medios para finales de año (calculando una doble inoculación por persona para una protección completa).
Cuantas más dosis haya, más pueden ahorrar los ciudadanos
La UE ha pagado por adelantado a sus proveedores 2 700 millones de euros para apoyar el esfuerzo de producción de las dosis acordadas (más de 2 500 millones). Los Estados miembros pueden donar cuotas excedentes a los países con dificultades (aunque deben obtener el consentimiento previo de los productores). Es una pena que no haya suficientes vacunas para ellos tampoco, puesto que los retrasos anunciados sobre los repartos se han ido acumulando hasta el presente (Pfizer, AstraZeneca, Johnson & Johnson). Teniendo en cuenta el impacto de los imprevistos en la productividad de las fábricas, las empresas se han negado a comprometerse a plazos precisos, lo que se ha visto claramente reflejado en los acuerdos firmados entre las compañías farmacéuticas y la Comisión Europea que no se habían dado a conocer hasta ahora (los acuerdos con AstraZeneca, Curevac y Sanofi).
«Hemos subestimado los déficits de producción», admite Ursula von der Leyen. «La Comisión tuvo un buen comienzo al negociar la compra colectiva de vacunas en nombre de todos los Estados miembros, pero se equivocó al pedir cantidades tan limitadas y al esperar hasta otoño de 2020 para encargar las vacunas de Pfizer y Moderna (las más caras) que habían demostrado ser mucho más eficaces que las otras.» Scott Marcus, experto del centro de investigación Bruegel, comenta que «se alargaron las negociaciones para lograr precios más bajos, pero, al final, la vacuna costó mucho menos que la parte del PIB que se pierde por no tener suficientes dosis inmediatamente disponibles».
La negociadora de la Comisión, Sandra Gallina, se vio obligada a concluir la compra de dosis de vacunas a Pfizer y Moderna a finales de febrero, una vez que AstraZeneca anunció que no podía suministrar todas las dosis previstas.
Nuestros cálculos muestran que el coste de las vacunas por ciudadano es bastante similar para todos los países de la UE, aunque relativamente más alto en los países de Europa Central y Oriental, dado que tienen un menor poder adquisitivo.
La relación entre el coste y las ganancias es mucho mejor en los países más afectados por la pandemia, donde la cantidad gastada en la compra de vacunas es una pequeña fracción del daño económico sufrido en 2020 y en el futuro, si no se toman medidas.
Catherine Smallwood, especialista de la Unidad de Emergencias de la OMS, advierte que «necesitamos una vacunación generalizada, incluso en zonas alejadas de nosotros. De lo contrario, las nuevas variantes podrían propagarse de nuevo a los países occidentales». Marco Hafner, economista de la Rand Corporation y autor de una investigación que demuestra que por cada euro gastado en vacunas a nivel mundial se evitan pérdidas de un valor cuatro veces superior, afirma que «si las zonas geográficas más pobres del mundo se quedaran sin los suministros necesarios hasta 2023 (según las previsiones actuales), la UE y el mundo perderían 33 000 millones de euros y 128 000 millones de euros al año, respectivamente, debido a las restricciones transfronterizas a la circulación de personas, bienes y servicios».