Europeos en el cine, del Este al Oeste
Los hábitos europeos a la hora de ir al cine varían de forma importante; una mirada a la actual división entre el este y el oeste de Europa.
Europeos en el cine, del Este al Oeste
Los hábitos europeos a la hora de ir al cine varían de forma importante; una mirada a la actual división entre el este y el oeste de Europa.
La 68 edición de la Berlinale abre sus puertas este 15 de febrero. Una cita obligatoria para los cinéfilos y para los profesionales del sector, pero sobre todo un momento único para tratar de entender lo que consideramos como “cine europeo”. En efecto, paralelamente a las diferentes secciones que desde siempre han formado el corazón de la manifestación, ésta también cuenta con espacios para el diálogo y la reflexión acerca del estado del séptimo arte y de los canales de producción, de distribución y de explotación que evolucionan a un ritmo cada vez más rápido.
Desde hace años, los programas europeos como Europa Cinemas apoyan la circulación de los productos cinematográficos europeos, metiendo en red a las salas oscuras del continente, proporcionando un soporte operacional y financiero a los establecimientos que integran a su programación, películas producidas por otros países europeos. Pero los profundos cambios actualmente en curso en materia de explotación cinematográfica, así como la fragmentación y las particularidades de los diferentes contextos nacionales, obligan a encontrar nuevos modelos e instrumentos que favorezcan a la pantalla grande.
Son precisamente esas cuestiones las que serán abordadas el 18 de febrero en Berlín, en el marco del festival, por el Foro del Cine Europeo (FCE), une plataforma financiada por la Comisión Europea cuyo objetivo es promover el debate y la reflexión acerca de las políticas culturales a favor de una mejor y mayor circulación de películas europeas de calidad.
Frecuentación de las salas: billetes y ingresos económicos aumentan en el Este
Numerosos estudios muestran cómo la creciente popularidad de las plataformas de video bajo demanda (VoD) amenazan la frecuentación de las salas de cine. En realidad, si se considera el número de billetes vendidos y los ingresos en las salas, las perspectivas no parecen tan sombrías, especialmente en el Este. Según las cifras obtenidas por la UNIC (que analiza las salas de cine de 36 países europeos), la frecuentación y los ingresos en los cines están en aumento en todos los países del grupo de Visegrado (Polonia, Hungría, Chequia y Eslovaquia) así como en Estonia, Lituania y Rumania.
Pero, si bien los billetes, los ingresos, y el número de pantallas están en constante aumento, estas cifras siguen siendo, en lo absoluto, muy bajas si las comparamos con aquellas de los países en los que ir a los cines es una costumbre más enraizada. Francia, Irlanda y el Reino Unido poseen una tasa de frecuentación tres veces más elevada que sus vecinos del Este. El precio netamente inferior en relación al salario medio podría ser una de las causas.
Es cierto que hay crecimiento, pero los resultados son todavía frágiles
El reciente crecimiento en Europa del Este comienza, de todas maneras, tras una situación de declive y de deserción de las salas de cine que, hasta comienzos de los años noventa, eran en su mayor parte controladas por el Estado. En el transcurso de esa década, muchas salas de cine tuvieron que cerrar sus puertas, y la desaparición de los cines transformó profundamente el paisaje urbano y social de muchas ciudades. Hoy, esta crisis parece superada, gracias sobre todo a una lenta recuperación de la pantalla grande y al nuevo protagonista de este renacimiento, el complejo multisalas.
El principal operador de cine en Europa Central y del Este, presente también en Reino Unido y en Irlanda, es la sociedad israelí Global City Holdings, número dos en Europa, también con una fuerte presencia en los sectores de la diversión y el inmobiliario. Posee 225 salas y 2109 pantallas en Reino Unido, Polonia, Israel, Hungría, Chequia, Bulgaria, Rumania, Eslovaquia e Irlanda.
En Rumania, por ejemplo, la mayor parte de las inversiones en el sector es manejada por la Global City Holdings que, en espacio de unos años, ha abierto al menos 26 complejos multisala, llegando a controlar hasta la mitad de pantallas del país. Por el contrario, la sociedad pública RomâniaFilm, que gestionaba otrora centenares de pequeñas salas, hay no posee más de una quincena.
Si la apertura de los complejos multisalas permite compensar el desequilibrio entre la Europa de Oeste y los nuevos Estados miembros en términos de salas por habitante – Rumania por ejemplo posee la quinta parte de las salas que poseen Francia e Irlanda –, podemos legítimamente interrogarnos acerca de la capacidad de promover la diversidad de las películas propuestas al público y luchar contra la uniformización cinematográfica que causa problemas a las pequeñas producciones europeas de calidad.
Las preferencias del público europeo: entre cine europeo y cine estadounidense
Incluso en cuanto a las preferencias, el público europeo se caracteriza por una fuerte disparidad, especialmente cuando se trata de elegir entre cine nacional, europeo, y las producciones estadounidenses. Según cifras publicadas por la UNIC, en solo 12 de los 26 países, el cine nacional figura en la clasificación de las cinco películas más vistas en 2016.
El eterno combate entre el cine europeo y el cine hollywoodense impacta a todo el mercado europeo. Un reciente estudio del Observatorio Europeo Audiovisual subraya el margen tan amplio entre las producciones europeas y estadounidenses en relación a la distribución y a los ingresos. En promedio, las películas europeas son distribuidas solo en dos países, contra diez por las producciones estadounidenses. Es evidente que una débil distribución significa menos posibilidades para una película de ganar la gracia del público.
Además, incluso cuando una película logra ser proyectada en salas, el cine europeo no siempre es el preferido de los espectadores. Los filmes europeos representan el 64% de los largometrajes proyectados, pero generan solamente el 27% de los ingresos, mientras que los filmes estadounidenses, que representan solo 16% de los estrenos en salas, recolectan más de 70% de los ingresos.
Finalmente, se observa también un enorme contraste entre el éxito europeo de ciertas películas, favorecidas por la mediatización y las recompensas obtenidas en los festivales, y la recepción decepcionante en sus países de origen. A este respecto, el ejemplo del nuevo cine rumano es emblemático. En Francia y en Italia, logran vender el doble de billetes que en su propio país.
Es el caso de “4 meses, 3 semanas, 2 días” (2007) de Cristian Mungiu, Palma de Oro en Cannes y vencedora del Premio de Cine Europeo, que registró 350.000 entradas en Francia, 142.000 en Italia, pero menos de 90.000 en Rumania. Esta diferencia se redujo después cuando la reputación del cineasta se fortaleció, pero no se redujo demasiado. Su film más reciente, “Baccalauréat”, logró vender el doble de billetes en Francia respecto a Rumania (103.000 contra 54.000).
¿Y más allá de la gran pantalla?
A pesar de la relativa buena salud de la pantalla grande, el futuro del cine europeo pasa igualmente por la distribución vía las plataformas de video por demanda. Según un estudio financiado por la Comisión Europea, las producciones europeas representan en promedio 23% de la oferta total de los catálogos de los servicios de emisión en continuo. Es precisamente por esta razón que, en el marco de la reforma de la Directiva de los Servicios de Medios Audiovisuales (AVMSD) que está siendo estudiada, el Parlamento Europeo ha pedido introducir una cuota de al menos 30% de obras europeas en los catálogos de las plataformas de video por demanda.
Aparte, la comisión de cultura del Parlamento ha propuesto que las autoridades nacionales puedan pedir a las plataformas de servicio continuo de contribuir financieramente a los fondos nacionales para el cine, pagando una suma proporcional a los ingresos recibidos en el país concerniente. Una petición que será difícilmente aceptada por las plataformas de distribución, que frecuentemente son también productoras de contenidos, especialmente los dos gigantes del sector, Netflix y Amazon.
Los ojos se fijan en Berlín, no solo por su palmarés, que como siempre se espera con impaciencia, sino también para saber qué nuevas ideas y estrategias permitirían apoyar a las producciones europeas y promover su proyección ante un público cada vez más numeroso.