A la cola de Europa
Un país de 'calientasillas' y gente sociable: el teletrabajo no logra despegar en España. A pesar de sus ventajas, España sigue a la cola de países europeos en incorporar el trabajo en remoto aunque sea unos días a la semana. Solo un 7% lo ha hecho alguna vez.
A la cola de Europa
Un país de ‘calientasillas’ y gente sociable: el teletrabajo no logra despegar en España. A pesar de sus ventajas, España sigue a la cola de países europeos en incorporar el trabajo en remoto aunque sea unos días a la semana. Solo un 7% lo ha hecho alguna vez.
Los trabajos de Fernando y el de Jorge son muy parecidos. Ambos se dedican al marketing online y trabajan todo el día frente a un ordenador desde el que gestionan las distintas campañas y se comunican con el resto del equipo. La diferencia es que uno lo hace desde su casa y el otro pierde dos horas de su día porque tiene que desplazarse a una oficina.
Fernando disfruta del teletrabajo y Jorge, aunque lo ha planteado a su empresa, no lo ha experimentado nunca. “Hace poco he preguntado si podía hacerlo, pero al jefe le parece que teletrabajar es cuando estás de vacaciones o ponerte en tu tiempo libre a acabar algo. Siguen teniendo esa mentalidad del siglo pasado, de tenernos a todos controlados en un mismo sitio”.
Fernando, sin embargo, lo tuvo claro desde que empezó a montar sus propios proyectos después de pasar por empresas con esa mentalidad: “Dejo libre horario y presencia en las oficinas que tengo para todos mis empleados. Y pese a lo que pueda parecer, desde un punto de vista egoísta, es como mejor funcionan las empresas, porque cuando he necesitado un esfuerzo extra siempre han estado dispuestos”.
Mejor conciliación familiar, más satisfacción laboral, reducción de costes empresariales, aumento de la productividad… Los beneficios del teletrabajo son incontables y de sobra estudiados, y su implantación es más fácil que nunca gracias a las nuevas tecnologías. Sin embargo, en España, Fernando es todavía la excepción y Jorge la regla. Seguimos a la cola de países europeos en desvincular el trabajo de una oficina, anclados en el sistema de la revolución industrial donde el trabajador debía estar dentro de una fábrica para ser productivo.
Mientras en países como Suecia, Islandia o Reino Unido en torno al 25% de trabajadores disfruta de trabajar desde casa habitualmente, en España esta cifra baja hasta el 3%. Curiosamente, un 27% de las empresas españolas asegura que estarían dispuestas a incorporarlo y, aunque crece, lo hace mucho más lentamente de lo que los expertos esperaban. La pregunta es obligada: ¿por qué no triunfa un modelo que beneficia a ambas partes?
Presentismo y adaptación digital
La cultura del presentismo, el echar horas en la misma silla y estar cuando llega el jefe y cuando se va, es la principal razón por la que el teletrabajo no arraiga en España. Como reconoce Fernando, acostumbrarse a no tener a todos tus trabajadores bajo el radar visual no es tarea sencilla incluso para los que creen en ello: “A veces los jefes nos tenemos que morder un poco la lengua o evitar pensar cosas negativas, porque ves que alguien no está online y te entran dudas sobre si estará currando o no. Pero incluso presencialmente a veces la gente tiene altibajos, y a la larga compensa”. Para Fernando, entender que el trabajo se hace por proyectos y no por horas echadas es fundamental para incorporar el teletrabajo: “De hecho, ahora me obligan a hacerles fichar, ¡pero a mí me da igual si trabajan seis horas en lugar de ocho! Al final se trata de que el trabajo se haga”.
Pero el presentismo es un hábito que se extiende también a los trabajadores: “Somos más relacionales en el trabajo que otras sociedades como las anglosajonas o escandinavas. Le pedimos cosas distintas a trabajar y una de ellas es también relacionarnos”, cuenta Roberto Martínez, director de la Fundación Más Familia que periódicamente elabora el Libro Blanco del Teletrabajo donde analiza la implantación de esta modalidad en España. En él llegan a la conclusión de que el teletrabajo ayuda a aumentar la productividad, reduce costes fijos de la empresa, mejora la movilidad de las ciudades y los índices de contaminación, genera más motivación al dar al trabajador la posibilidad de elegir y más facilidades para conciliar.
Además, para teletrabajar también hay que aprender, como explican desde la Asociación Española para el Impulso del Teletrabajo y el Emprendimiento Digital, AITED: “Es difícil cuando no lo has hecho nunca. Nosotros estamos igual de acostumbrados que las empresas a ir a trabajar a un sitio de 8 a 17. Hay que saber autoorganizarse: si tienes flexibilidad horaria tienes que ponerte tú un horario y planificar lo que vas a hacer. Si no, es probable que se te pase todo el día y no hagas todo el trabajo”, explica Sonia Herrera, su presidenta.
Hay que aprender, también, a saber comunicarse en remoto. Según el Libro Blanco del Teletrabajo, el 80% de las comunicaciones en las empresas se hace de forma informal: cara a cara. Trasladar eso a las conversaciones a distancia es una barrera a superar por ambas partes que se manifiesta sobre todo a la hora de resolver problemas. “Si estás acostumbrado a que cada vez que tienes un problema te giras y preguntas a un compañero, tienes que aprender a hacerlo de otra manera”, añade Herrera. En su empresa todos teletrabajan y solo se ven una vez a la semana, “pero más por una cuestión social de tomarnos algo entre todos que por trabajo, porque estamos muy acostumbrados ya a trabajar así”.
Las jornadas laborales totalmente en remoto son todavía más excepcionales, y sorprendentemente tampoco es la opción preferida por la mayoría. Según el Libro Blanco, el 47% de empresas cree que lo más adecuado es dedicar a esta modalidad dos días a la semana.
Herrera, que asesora a empresas a la hora de afrontar su adaptación digital, señala esta tarea pendiente como otra de las razones por las que todavía el teletrabajo cuesta. “Tienen que tener las herramientas necesarias, que no son tan complicadas ni distintas de lo que usamos habitualmente, solo que en la nube. El problema es que todavía veo sitios que tienen todo en archivadores y claro, así una secretaria por ejemplo nunca va a poder trabajar desde su casa”.
Sobre todo en las pequeñas empresas la adaptación digital sigue siendo un desafío. Por ilustrarlo con datos, según el INE solo un 36% de las empresas con menos de 10 trabajadores facilita a su plantilla acceso remoto al correo electrónico, a documentos de trabajo y a las aplicaciones de la empresa, frente al 92,5% de las grandes. “En las multinacionales se da mucho más el teletrabajo porque es más habitual que a tus jefes no los veas porque están en Londres o en Dublín, y eso ya hace que cambie. Son ellas los que van incorporando esta cultura, aunque se va más lento de lo que nos gustaría”, añaden desde Más Familia. La empresa de ordenadores Dell, por ejemplo, planea tener al 50% de su plantilla teletrabajando para 2020 y Amazon ha sacado recientemente 3.000 puestos de servicio al cliente de manera remota en Estados Unidos. Otras como SAP o el grupo sanitario UnitedHealth Group son veteranas en ofrecer esta opción a sus trabajadores.
Falta de un marco regulador
La empresa en la que trabajaba Inma hasta hace unos días tenía todo para teletrabajar. Es una gran compañía, con proyectos internacionales y plenamente adaptada tecnológicamente. Aun así, nunca consiguió que su jefe le dejase ejercer su puesto de ‘finance controller’ desde su casa. Ni siquiera por necesidad: “Mi jefe es muy de calentar la silla. Una vez se puso mi perro malo, pedí una hora para llevarle en el veterinario y me dijeron que sacase el estatuto donde decía que podía cogerme ese rato. Y otra compañera que tenía hijos y los cuidaba sola, si se ponían malos y tenía que trabajar desde casa era todo malas caras. Así que al final si alguna vez lo he necesitado he dicho que estaba mala y punto. Si lo intentas pero no te dejan, ¿qué vas a hacer?”. Además, para acudir a su puesto debía elegir entre una yincana de cercanías, metro y bus, o atascos en coche de entre media hora y hasta dos horas. “Al final me he ido, entre otras razones, por eso”, explica.
Lo que más valoran los trabajadores a la hora de teletrabajar es quitarse, aunque sea por uno o dos días, el tiempo que invierten en desplazarse hasta su puesto. Malena trabaja como administrativa para AXA, una de las pioneras en apostar por este modelo en 2013. Los miércoles trabaja en remoto y aprovecha que cuando cierra el ordenador ya está en casa para hacer la compra ese día o ir al gimnasio. “Ese día me lo tomo de otra manera, hago cosas que requieren más reflexión o dedicación, porque en la oficina a veces entre interrupciones y compañeros que te hablan, es más complicado. De hecho, a veces me concentro tanto que pierdo la noción del tiempo”.
Además de AXA, también Banco Santander o Ikea lo han incluido en sus respectivos convenios. A nivel público sin embargo, también hay todavía pocos casos. En España, la media de funcionarios que teletrabajan es del 6,7%, frente al 17% de Europa y el 51% de Suecia. A Javier, informático de la Junta de Andalucía le gustaría ser uno de ellos. “Lo he hablado con distintos jefes pero el empleo público es muy pautado, normalizado, y cambiar cualquier cosa exige legislarlo”. En las empresas privadas donde había trabajado, todas relacionadas con las nuevas tecnologías, estaba bastante extendido. “Y justamente ahora que es cuando más lo necesito, porque he tenido mellizos, es cuando es imposible. Me podría quitar atascos, y ahorrar el dinero que gasto en gasolina o en comer y desayunar fuera, pero nada”, se lamenta.
La Agencia Española de Protección de Datos es de las pocas instituciones públicas que sí ha incorporado el teletrabajo, y con grandes resultados. Fue hace tres años y en este tiempo han visto cómo ha aumentado el número de reclamaciones resueltas con los mismos funcionarios. En 2018, con un tercio de la plantilla teletrabajando han resuelto un 20% más de reclamaciones. “De hecho, un 87% de los que piden plaza aquí señalan el teletrabajo como determinante. Nos estamos haciendo famosos”, bromea Mar España, directora de la agencia. Ahora mismo más de la mitad de los 170 empleados trabaja dos días a la semana desde casa, la mayoría los lunes y viernes.
Cada trabajador que se ha acogido a esta modalidad ha tenido que firmar un anexo a su contrato que recoge cuestiones como disfrutar de los mismos derechos que el resto, la voluntariedad, el respeto a la vida privada del trabajador o que el espacio en casa cumpla la normativa de riesgos laborales. Van en sintonía con el Acuerdo Marco Europeo sobre Teletrabajo suscrito en Bruselas en 2002 por representantes europeos de sindicatos y empresarios. Sin embargo, tiene poca fuerza normativa porque se concibió como referencia para el desarrollo de legislaciones internas. 15 años después, en España no se han llevado a cabo, por lo que el vacío legal es otra de las barreras que encuentra el teletrabajo en su desarrollo. Solo algunos convenios sectoriales como el de la industria química, perfumerías o seguros lo incluyen en sus textos, aunque en la misma línea que el acuerdo marco.
Únicamente el artículo 13 del Estatuto de los Trabajadores recoge algo al respecto, aunque lo hace sobre el “trabajo a distancia” y no al “teletrabajo” que suele ser, como hemos visto, algo más puntual que alguien que desempeña su puesto a kilómetros de la empresa.
Pilotos para evitar el fracaso
Las empresas que incorporan el teletrabajo en sus plantillas no dan marcha atrás. De hecho, en la asociación Más familia no conocen ningún caso de compañías arrepentidas, aunque advierten de que es importante llevar a cabo una implementación estudiada y paulatina para que no se convierta en un fracaso. Entre los pasos del plan piloto debe estar adecuar la gestión por proyectos, potenciar el uso de la nube con cursos de formación si es necesario, testear el porcentaje semanal que se puede trabajar de esta forma y medir los resultados para tomar decisiones y hacer mejoras. “Y también hay que tener en cuenta que no todo el mundo quiere teletrabajar, suele estar en torno al 60%, pero para que funcione realmente lo más importante es que sea voluntario. Y eso hay que respetarlo”, explica Martínez.
Al final, reflexiona Herrera de AITD, la clave está en la flexibilidad: “Según Adecco, el 80% de la gente está insatisfecha en el trabajo, y uno de los factores es la rigidez de horarios y modelos productivos. Es que es normal, nosotros somos felices pudiendo elegir y somos infelices cuando las condiciones nos viene impuestas. El teletrabajo nos da la oportunidad de elegir, aunque luego decidamos ir a la oficina, pero la mentalidad ya es diferente. Y eso es lo que importa”.